Eso, un poema de Czeslaw Milosz

En el año 2000 el poeta polaco, nacido en Lituania, publicó su penúltimo libro de poesía (fallecería cuatro años después, a los 93), To (Eso, como el pronombre demostrativo). Precisamente, el año de su muerte, 2004, llegó a mis manos ese poemario gracias a la traducción que se acababa de publicar en alemán. Pensar que por aquel entonces me encontraba más cerca geográficamente del poeta de lo que nunca había estado, en el extremo occidental del trágico eje Berlín-Cracovia, me conmovía y me excitaba al mismo tiempo. Me parecía encontrar un cierto sentimiento de reconciliación de los pueblos europeos en el hecho de que un español leyese a un polaco en alemán, y a tan pocos kilómetros de esa frontera por la que saltó por los aires medio mundo el 1 de septiembre de 1939.

Por eso, recupero ahora esta traducción del poema que da nombre al libro, que escribí en su día en mi cuaderno. 

Tanto en polaco como alemán, el demostrativo eso (To/Das) tiene un uso y una connotación mucho más amplios que en español. Espacialmente ocupa casi todo el campo que va desde la persona que habla hasta el objeto referido, al no haber una distinción en tres partes como en español con esto, eso, aquello. Gramaticalmente, se declina. Siete casos hay en polaco y cuatro en alemán. Es decir, que el pronombre puede variar su forma dependiendo de la función que tenga dentro de la oración con respecto al resto de sus partes. La declinación es una peculiar manera que tienen algunas lenguas de ver el mundo y relacionar entre sí sus elementos. Así lo neutro, lo indeterminado, lo inmediato y lo lejano que implica To/Das/Eso se ponen en juego de una manera diferente en español, en polaco o en alemán. 

Con esta idea, aunque solo en su propia lengua, creo que es con lo que jugaba Milosz al escribir este poema, relacionándolo con la escritura como herramienta para la acción social.

Ciudad nevada, colección Harris & Ewing de fotografía.
ESO

¡Si pudiera decir lo que llevo dentro!
Gritar: os he mentido, gente,
Cada vez que os decía, Eso no era parte de mí,
A pesar de que sí lo era y ahí sigue noche y día.
A pesar de que gracias a ello
pude describir vuestras ciudades, inflamables,
Vuestros placeres y amoríos descomponiéndose en polvo,
unos pendientes, espejos, una viga desvencijada,
un dormitorio, el campo de batalla –y sus escenas.

Para mí la escritura fue siempre una estrategia de protección,
Una forma de borrar mis huellas. Pues nadie que se aferre a lo prohibido 
despierta favor alguno.

Invoco en mi auxilio los ríos donde nadé, los lagos
Con una pasarela entre juncos, el valle
Donde el eco de una canción acompaña la luz del crepúsculo,
Y debo reconocer que si alabé extasiado al ser
Fue solo como ejercicio de estilo elevado.
Siempre estuvo Eso de fondo –que ni lo quiero nombrar.

Eso asemeja los pensamientos de un vagabundo 
Deambulando bajo la helada por una ciudad extranjera.

Es como el instante en el que un judío, acorralado,
Ve los cascos alemanes más y más cerca.

Eso es como el hijo del rey cuando sale a la calle
Y ve la verdad del mundo: 
sufrimiento, enfermedad, vejez y muerte.

Pero también Eso es similar al rostro atónito 
de quien comprende que ha sido abandonado para siempre.

Y cuando el médico te da su veredicto final, se parece a Eso.

Pues Eso es dirigir los pasos hacia un muro
Y darte cuenta de que no hay lugar para las súplicas. 


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