El hablador ausente

Un poema –

Una vez, dando un paseo por Berlín, me encontré en una placita del barrio de Friedrichshain una manifestación. Cerca de doscientas personas se arremolinaban en torno a un camión, sobre el cual los líderes soltaban arengas a través de unos altavoces en contra del desalojo de un centro social y contra la gentrificación. Entonces, de improviso, se oyó a un grupo gritar Musik statt Wörter, música en lugar de palabras, y casi al instante, callaron los organizadores y un deejay comenzó a poner música techno. En pocos minutos, la gente se fue entregando al baile más desenfrenado y, de la protesta, quedaron solo las pancartas y algunas banderolas negras.

Para mí, que estaba aprendiendo alemán en esos momentos y me sentía incluso extranjero de mí mismo, debido a la modulación diversa del yo que se da al instalarse en otra lengua, aquello resultó una metáfora perfecta de mis deseos y frustraciones. Ante la imposibilidad o el automatismo de la palabra, simplemente música. Y así, recuerdo que con algunos amigos de aquella época lo que más nos unía era la música. No hacía falta hablar. No tenía que avergonzarme de las patadas a la gramática ni desesperarme por no poder expresarme tal y como era yo en español.

Como dice el filósofo esloveno Zlavoj Zizek, la voz es como un objeto extraño que nos habita, una especie de parásito caracterizado por una suerte de autonomía espectral que hace que nunca termine de pertenecer del todo a los cuerpos que observamos. Si es la propia y, encima, en otro idioma que se está aprendiendo a balbucear, entonces la cosa va a peor. De ahí surgió El hablador ausente, que escribí en 2006 y que forma parte de una serie titulada de forma homónima.

 Porque ya nadie escucha, hay voces todavía,
la tarde cierra su párpado de luz
en un semáforo, las bicis se amontonan,
y una boca grita Musik statt Wörter,
porque aún hay voces pero nadie las escucha,
yo mismo, alguien, ninguno, nadie.

Así que el silencio no son estas manchas de color
cuando en el párpado cerrado divaga el ojo, 
no la boca gritando antes del grito,
ni nada ni ninguno ante la voz que escucho,
no lugar donde no hace uno,
música en lugar de palabras,
y ¿uno qué es si no silencio?
¿Un eco traduciendo un eco?
Mitin en Berlín hacia 1900. Autor desconocido.

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