Dos poemas –
En marzo de 1992, mientras yo cumplía 14 años y flipaba con la música de Nirvana y los relatos de Isaac Asimov, un poeta cuyos textos conocería muchos años después, Merwin, dio un discurso ante la Academia californiana de Ciencias en defensa de los bosques tropicales de Hawaii, que se encontraban seriamente amenazados por las explotaciones de energía geotérmica que se estaban desarrollando en aquella época.

En ese texto, trata de convencer a las autoridades de que no construyan más instalaciones en Wao Kele o Puna y protejan su selva. El arma del poeta es la palabra puesta en manos de los científicos, porque, según explica, la verdad llega mejor cuando se sabe contar.
Ese año, William Stanley Merwin tenía 65 años y llevaba ya una vida dedicada a la palabra y al activismo político, contaba ya con varios de los galardones literarios más importantes en lengua inglesa y había vivido en Londres, la Francia meridional, Mallorca y en su Nueva York natal. Reconciliar la palabra y la acción fue sin duda uno de los motores de su quehacer vital, conectar la literatura con la ciencia, con el activismo, como demuestra su biografía de causas sociales.
En 2006, aquella selva fue protegida, justo el año que lo descubrí por casualidad. Y ahora, al cabo de una temporada mía en la política, me gusta pensar que ahí se produjo una de esas tantas conexiones metafísicas, cuánticas o azarosas, si preferís, que se dan tan a menudo en nuestras vidas. Durante mis años parlamentarios, Merwin ha sido una de las lecturas que me ha acompañado, ayudándome a ensanchar pequeñas pausas, enseñándome, también para mis discursos, eso que la palabra tiene de poder mágico, que es crear el mundo, dar realidad, una verdad, a las cosas solo con nombrarlas.
Porque también un buen discurso necesita de su poesía, en este sentido. Es lo que se conoce como la performatividad del lenguaje, en lingüística, o crear hegemonía, en comunicación política. Y el poeta lo tenía muy claro. Consiguió (seguramente no estuvo solo) que se protegiera aquel espacio natural.
A la espera
Te pasas el día entero
Queriendo ser
Algún otro
Siempre otro
Que sea distinto
Alguien cuyo momento
El momento que sea
Ha llegado por fin
Alguien hallado
Transformado
En ese tú que no eres ya
Y que se olvida de ti
Mientras tanto en tu vida
Percibes apenas
El mundo a tu alrededor
Los cambios de luz
Las sirenas muriendo entre edificios
Tus ojos entregados
A unas vistas que aun no ves
Sin estar aun ahí
Mientras tú
Seas solo tú mismo
Con ese alguien
Recuerdas
Que tanto detestabas
Te dejaran a solas
***
Ayer
Un amigo me dice no soy un buen hijo
Ya sabes
Le digo que claro lo entiendo
me dice no iba
Mucho a ver a mis padres ya sabes
le digo que claro lo entiendo
incluso viviendo en su misma ciudad me dice
igual los veía una vez
Cada mes o tal vez menos aun
Y le digo ya claro
Me dice la última vez que fui a ver a mi padre
le digo la última vez que vi a mi padre
me dice la última vez que vi a mi padre
me preguntó por mi vida
cómo me estaba apañando
y se fue al cuarto de al lado
a coger una cosa que tenía que darme
Vaya le digo
sintiendo ese frío en la mano
de la última vez con mi padre
y me padre se dio media vuelta me dice
Y me vio desde el quicio
mirando mi reloj de pulsera y me dijo
Ya sabes me encantaría que te quedaras
y que hablaras un rato conmigo
Ay vaya le digo
Pero si tienes que hacer me dijo
no quiero que te sientas forzado
Solo por mí
No digo nada
Mi padre me dice
me dijo tal vez
tienes algo importante que hacer
o quizás has quedado con alguien
no quisiera entretenerte
Miro por la ventana
mi amigo es mayor que yo
y me dice le dije a mi padre que estaba liado
así que me levanté y allí lo dejé
Ya sabes
Aunque no tenía que ir a ningún lado
ni tenía nada que hacer

El poema A la espera (To Waiting) pertenece al libro «Present Company» , de 2005. Ayer (Yesterday) aparece en «Opening the Hand», de 1983. Ambas versiones son mías. Existe una traducción maravillosa de otro libro suyo, «Migration: new and selected poems» (2005), editado en 2009 por Pre-Textos y traducido por Abraham Gragera, Ruth Miguel y Juan De Dios León. La editorial Vaso Roto tradujo también «Perdurable compañía» en el año 2012, a cargo de Jeannette L. Clariond.
Deja una respuesta